Es sabido que con el paso del tiempo llegan los achaques. Las malas costumbres te pasan la cuenta, pero tampoco se van sólo por estar concientes de ellas y así se empieza a buscar soluciones “alternativas”, “algo” que te haga sentir mejor, pero que no sea caro ni invasivo, yaaaaaaa algo así como una pastillita mágica que te borre todas las culpas y preocupaciones por hacerle daño a tu cuerpo, a tu mente y lo peor de todo, muchas veces a tu alma. Y ahí po - después de un dato de esos que no faltan - yacía yo en una camilla, por un lado con la ilusión de la mejora y por otro; con una tentación de risa contenida por la duda de la eficacia de la sesión biomagnética.
Un señor muy circunspecto que parecía sabía lo que hacía se transformó en el gurú/chamán/doctor que previo sangoloteo de mis tobillos comenzó a recitar cual mantra sagrado millones de presas del cuerpo, tantas que a ratos parecía un concurso, pero no, él seguía tan serio como la situación lo ameritaba. Mientras yo respiraba profundo con los ojos cerrados, comencé a entregarme al facultativo, quién no vaciló en pararme el carro cuando me puse muy preguntona y me dijo tajante que lo dejara hacer su trabajo. Confieso que me intimidó, me quedé piolita recibiendo la influencia de los magnetos que envueltos en una funditas parecían que de a poco comenzaban a funcionar. De pronto las palabras de mi nuevo doc, no sólo estaban llenas de sentido, sino me describían totalmente. Pasado los cincuenta minutos me paré un tanto mareada de la camilla, después de haber estado adornada por alrededor de 15 magnetos: al lado de la nuca, a los costados, en el pecho, debajo de mis dedos índices, en la cola, en la piernas, en la cabeza (ufff, pucha que estoy cagá-pensé). Todo con la promesa de redimirme de mis dolencias y entregarme la determinación que me llevaría a la meta final: cuerpo sano en mente sana. No sé si sería la sugestión o la acción magnética, pero por una par de días anduve por el mundo con mis piernas alineadas, me sentí más fresca, más liviana, más contenta, completamente biomagnetizada!!! Las cosas que hace una para estar mejor…
Un señor muy circunspecto que parecía sabía lo que hacía se transformó en el gurú/chamán/doctor que previo sangoloteo de mis tobillos comenzó a recitar cual mantra sagrado millones de presas del cuerpo, tantas que a ratos parecía un concurso, pero no, él seguía tan serio como la situación lo ameritaba. Mientras yo respiraba profundo con los ojos cerrados, comencé a entregarme al facultativo, quién no vaciló en pararme el carro cuando me puse muy preguntona y me dijo tajante que lo dejara hacer su trabajo. Confieso que me intimidó, me quedé piolita recibiendo la influencia de los magnetos que envueltos en una funditas parecían que de a poco comenzaban a funcionar. De pronto las palabras de mi nuevo doc, no sólo estaban llenas de sentido, sino me describían totalmente. Pasado los cincuenta minutos me paré un tanto mareada de la camilla, después de haber estado adornada por alrededor de 15 magnetos: al lado de la nuca, a los costados, en el pecho, debajo de mis dedos índices, en la cola, en la piernas, en la cabeza (ufff, pucha que estoy cagá-pensé). Todo con la promesa de redimirme de mis dolencias y entregarme la determinación que me llevaría a la meta final: cuerpo sano en mente sana. No sé si sería la sugestión o la acción magnética, pero por una par de días anduve por el mundo con mis piernas alineadas, me sentí más fresca, más liviana, más contenta, completamente biomagnetizada!!! Las cosas que hace una para estar mejor…
1 comentario:
Yo quiero estar bien, dame la dirección de facultativo aquel!!!
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